Felipe Pigna: “Decir ‘no sé’ es una virtud”

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“La historia ya no es una moda, sino una tendencia”, asegura Felipe Pigna. Los hechos de mayo de 1810, los mitos del pasado, los defectos y las virtudes de los argentinos son algunos de los temas de la conversación con el historiador más popular de la Argentina.

“Suponer que las diferencias políticas son insalvables y me impiden saludarte es vivir en la barbarie”.

Si en 1810 se hubiera hecho una encuesta sobre los temas que preocupaban a la gente, ¿cuál habría sido el resultado?
Midiendo por escala social, las preocupaciones eran muy distintas. Había un 40 por ciento de la población conformado por esclavos, personas excluidas de la política, de la educación, no eran ciudadanos. Después, un sector estaba un poquito mejor: eran los blancos pobres, su preocupación pasaba por subsistir. En Buenos Aires la pobreza rondaría el 90 por ciento. Esas eran las preocupaciones cotidianas. La política era un lujo que se podían dar los sectores ilustrados. A su vez, alrededor de 1810 se fue creando conciencia política en sectores populares. Un ejemplo fue la formación de la Legión Infernal, integrada por gente de los suburbios que acompañó decididamente a la revolución, encabezada por French y Beruti. Es un momento en que las preocupaciones van dándole más lugar a la política.

¿Qué mujeres se destacaron en 1810?
Muchas anónimas, porque justamente la mujer tenía obturado por todos los medios la participación en la política. Sin embargo, hay dos muy interesantes. Una es Guadalupe Cuenca, la mujer de Mariano Moreno. No podía ir al Cabildo ni firmar artículos en la prensa, pero podía acompañar a su marido, discutir con él, lo que se ve claramente en las cartas que le escribe cuando cree que está vivo, pero ya murió. Hablan de alguien muy metida en la política. Y la otra es Mariquita Sánchez de Thompson, la primera que se casó con quien ella quería, cosa imposible en el Río de la Plata, donde estaba establecido por las leyes españolas que las mujeres no decidían sobre su futuro, sino que el matrimonio era arreglado según las conveniencias de los padres. Ella litiga y consigue casarse con Jacobo Thompson. También era una gran anfitriona en su casa, que quedaba acá cerquita, en la Avenida de Mayo, donde recibía a todo el mundo.

Los argentinos solemos ver la realidad de manera binaria, ¿somos fabricantes de grietas?
Sí, en todo caso, seríamos muy principiantes…, porque grieta es la de la Guerra Civil Española, con un millón de muertos; grieta es la europea, con más de 60 millones de muertos entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, esas son grietas… y lograron salir. Me parece que se exaltan más, por conveniencia, nuestras divisiones que nuestros acuerdos. La Argentina también fue un país de acuerdos. Algunos ejemplos son el encuentro entre Urquiza y Sarmiento, entre Alberdi y Rosas en el exilio, entre Perón y Balbín, tantos… Además, suponer que las diferencias políticas son insalvables y me impiden saludarte es directamente vivir en la barbarie. Si uno no puede tomar un café con una persona que piensa de otra forma, estamos complicados. Yo creo que es enriquecedor conversar con gente que piense diferente en la medida en que nos respetemos. Porque es muy distinto decirte “No pienso lo mismo que vos”, que decirte “Estás totalmente equivocada”. Así, a vos no te dan ganas de seguir hablando. Es normal pensar diferente, pero acá no.

La revolución, como dice Andrés Rivera, ¿es un sueño eterno?
Sí, la revolución en el sentido de una vida mejor, un mundo más igual, es un lindo sueño. Yo diría “La utopía es un sueño eterno”. La utopía de un mundo para todos, todas, inclusivo. Es un sueño eterno porque nunca vamos a estar conformes. La utopía es lo que te mantiene la ilusión; en ese sentido es un sueño eterno. Posiblemente no llegues nunca, pero en la palabra “eterno” hay una trampa. Quiere decir que va a ser para siempre. Entonces, no es que nunca llegará, sino que te va a mantener permanentemente soñando el porvenir. Y también es un sueño eterno porque es para la eternidad. Pensás en el otro, no hablás del sueño de una persona, sino del de una humanidad.