Inés Estevez: «Lo que me hace más feliz es la música»

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Sin dejar de lado la actuación, terreno donde sigue desplegando su talento, hoy disfruta plenamente de otro espacio que la hace feliz: la banda que heredó de su proyecto musical anterior, con la que avanza paso a paso. Inés Estevez compartió una hermosa entrevista con Editorial Acción, para la edición 307 de Convivimos y repasó lo más importante de su carrera.

«La garganta es el lugar donde se aloja la angustia cuando uno está atravesando una situación difícil, se ubica entre la cabeza y el corazón»

Desde hace más de 30 años el nombre de Inés Estévez está asociado a la actuación. A mediados de los ‘80 se subió al escenario en Dolores –provincia de Buenos Aires- con la comedia Saltimbanquis, que fue también su puerta de entrada a a la Capital: el director, Roberto Palandri, le dijo que le guardaría el papel si ella se animaba a mudarse, y así fue. “Me fui huyendo de la imposibilidad de plasmar cualquier expresión artística de una manera profesional. Dolores era una ciudad muy chica, y ahí no iba a tener ningún futuro”, recuerda Inés.

«Lo que más  me hace feliz es la música»

Durante los últimos meses del año pasado su imagen recorrió el cine y la televisión, apuestas que refuerza en este 2018: protagonizó en tele El maestro, junto a Julio Chávez, y en cine Te esperaré, con Darío Grandinetti; ya filmó Dolores, junto a Lali Espósito, e integra el elenco de Edha, la primera serie argentina producida por Netflix. Nada de esto, sin embargo, le provoca tanto placer y entusiasmo como la carrera musical que comenzó hace un par de años junto a su entonces pareja, Javier Malosetti, y que hoy desarrolla como solista: “Lo que más me interesa, lo que más feliz me hace, es la música”, confiesa.

¿Qué diferencias hay entre actuar y cantar arriba del escenario?

Cantar es más expuesto. La garganta es el lugar donde se aloja la angustia cuando uno está atravesando una situación difícil, se ubica entre la cabeza y el corazón. Al principio de cada show voy tanteando la dinámica del público, administrando ese vínculo que se establece. Es lo que me pasa desde que soy solista, hace poco. En formato de dúo hicimos 50 shows, pero yo no los conducía, todo estaba más en manos de Javier, que tiene una cancha genial. Mi gran intriga era cómo iba a ser yo al frente de una banda. Surgió algo muy aliviador, y es que naturalmente me descubrí haciendo cómplice al público de lo que fuera que me estuviera sucediendo: tener tos, olvidarme la letra. Se genera un clima muy intimista, muy de living. Acá no tenés la protección de la ficción, estás muy en contacto con la gente. La loca que grita en la ficción es otra, no vos. Cantando, esa sos vos.

Hace un tiempo dijiste que no necesitás una autorización, pero sí aceptación de un referente para poder dar un paso en un terreno nuevo…

Sí, lógicamente. Bah, no sé si lógicamente. No sé si a todo el mundo le pasa esto. Pero sí necesito que algún referente me habilite. Me pasó con la literatura: aun habiendo firmado contrato con la editorial, me animé a escribir la primera novela cuando me dijeron que Luis Chitarroni había leído un par de artículos míos y había dicho “Acá hay algo”. Fue lacónico, pero genial. Si Chitarroni dijo que había algo, entonces me podía animar, después de dudar durante un año.
Nunca me imaginé que iba a dedicarme a la música, y es lo que más feliz me hace en este momento.

Y estuvo presente en toda tu vida…

Siempre estuvo el asunto de la música. Solo que no me sentía autorizada nunca. Por eso le estoy tan agradecida a Javier. Hasta que él vino y me dijo que me animara, no lo había pensado. Salimos a tocar con dos ensayos, y yo creí que iban a ser tres fechas y chau. De pronto me encontré haciendo dos funciones, giras, un ND, una Sala Zitarrosa…

¿Esto de lo inesperado hace que te dé más felicidad?

No. Me gustaría estar mucho más afiatada. Lo que me hace feliz es la música. Incluso cuando no me dedicaba a esto pensaba que es el arma más poderosa, el único hecho artístico que a mí me puede modificar sensiblemente un estado emocional. Me puede cambiar un sentimiento.

Hablás de la música como un proceso enteramente placentero, ¿la actuación también lo es?

La actuación es un mundo muy conocido por mí. Ya es como abrir una canilla, es de fácil acceso. La música es un mundo nuevo, soy principiante. No se pueden comparar dos años de recorrido con treinta. Tengo el entusiasmo del principiante, del que se encuentra transitando un camino gozoso, en contacto con un hecho artístico que lo colma por completo y que es una novedad, un gran desafío y donde está todo por hacerse. Es bellísimo.

¿Creés que podrías haber sido otra cosa en lugar de artista?

No. Me hubiera enfermado gravemente de algo y me hubiera muerto. Necesito expresarme. Creo que todos somos seres expresivo-creativos. De hecho, el primer juego que diseñamos por nuestra propia cuenta los seres humanos es el de la interpretación de personajes, con ficción o impostación. Todos somos seres creativos cuando elegimos la ropa que nos vamos a poner, cuando decidimos para qué lado ubicar un mueble, los ingredientes para un guiso. Un artista plasma esa expresión creativa en un hecho concreto y fáctico que, en el mejor de los casos, le da de comer. Esa es la diferencia con otras personas, pero seres creativos somos todos.

Tx: Juan Martínez
Ph: Nicolás Pérez