Iliana Calabró: “Quería poder sobreponerme al apellido”

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En una increíble entrevista con Editorial Acción para Ahora Más 40, Iliana Calabró, una de las mujeres más reconocidas de Argentina, repasó su extensa carrera y los temas que más le importan.

Ileana creció a la sombra de un padre famoso que la ayudó a empezar en el medio. Pero siempre, de una u otra manera, trató de abrirse camino por su propia cuenta. Fue la representación de la hija perfecta, esposa dedicada y madre amorosa hasta que se reinventó dejando a todos con la boca abierta. Hoy está más fuerte que nunca, una mujer que, paso a paso, se consagró de artista.

“Mar del Plata me marcó mucho y es muy difícil volver después de tantos años”.

Iliana Calabró es tan fresca y natural como se la ve en televisión. Cualquiera podría pensar que esa Catita moderna que hablaba de su marido, y los tifilinos era un personaje demasiado impostado. Pero, más allá del show, esa Iliana se mostraba no muy diferente a lo que era. En más de 30 años de carrera, pasaron varios programas de televisión, muchísimas obras de teatro, algunas películas, dos discos, un libro y varios kilos de tiramisú. La conocimos como la hija casada y con hijos de un capocómico y la vimos convertirse en la vedette con plumas de cuerpo escultural. Iliana Calabró se dio el gusto de probar de todo y, cuando puede, intenta seguir tomando caminos que todavía no transitó. Este mes vuelve a hacer temporada en Mar del Plata junto a Lizy Tagliani con la comedia Mi vecina favorita. Vivió demasiadas cosas en esa ciudad que le recuerdan mucho a su querido viejo, Juan Carlos Calabró. Es toda una odisea volver, pero le pone el pecho a la situación. Las cartas están echadas y es hora de jugar.

«Por la casa familiar de Iliana, pasaban personajes como Antonio Carrizo o se escuchaban charlas telefónicas con Tita Merello. Había cenas en lo de Alejandro Romay»

¿Cómo recordás tu infancia?

Éramos como una familia tradicional, común, en donde la profesión de papá era esto de hacerse el payaso y divertir a la gente. Pero, de verdad, era una profesión, porque mi papá era circunspecto, de muy para adentro. Hizo distintos personajes a lo largo de los años en donde largaba su histrionismo, pero no era esa misma persona que mostraba tanto para afuera en casa. Por ejemplo, Renato, el contra de la barra, no tenía nada en común con su vida normal. Papá era aburrido, de gesto adusto, serio, introvertido… Y creo que encontró la veta a través de sus personajes para sacar y exteriorizar su alegría y frescura. Todo aquello que por ahí en la vida no se permitía.

¿Dónde estudiaste actuación?

Estudié en el Conservatorio de Arte Dramático, aunque mi viejo me dio una mano para entrar en un medio que siempre fue difícil. Cuando estaba en la escuela, aprovechaba y llevaba a algunos compañeros míos de otros años para que aparezcan en su programa. De hecho, han comenzado así el Puma Goity, Jorge Suárez o Eduardo Gondell, que hacían de mis novios. Pero el que más pegó fue el Corcho, que ni siquiera era actor, era un amigo de mi ex marido que era contador en aquella época. Y ahora creo que es doctor en Economía. Era un caradura que empezó a aparecer y duró bastante tiempo.

¿En algún momento te resultó pesado el apellido Calabró?

Un poco sí, porque te llamaban o te convocaban por ser “la hija de”. Recuerdo que arrancamos un montón de hijos de famosos, y hoy son contados los que llegaron a quedar en la profesión. Desaparecieron muchísimos porque había que sostener con talento esa fama por el apellido.

¿Y cómo vivías eso?

Lo que quería un poco era poder sobreponerme al apellido. De alguna manera, tenía que ser yo, no “la hija de”. Además, tenía un perfil muy familiar que también me jugaba en contra. No te llamaban para papeles sexis porque no se querían enemistar con mi viejo (era medio cuida). Entonces, Iliana tenía que hacer de hijita, de mamá, de buenita, y a mí se me estaba pasando el cuarto de hora porque ya estaba grande. Un día me propuse, un poco para patear el tablero, encarar este camino que me llevó hasta la revista. Tener más exposición, ser más provocadora, y eso me instaló en otro lugar.