A días del estreno de El robo del siglo, Guillermo Francella se prepara para un 2020 cargado de trabajos, tanto en cine como en teatro. Recorrido por la profesión que tanto lo apasiona. La misma que les legó a sus hijos.
«hoy gozo de la mirada externa, la crítica especializada, el respeto en mi país y en el exterior»
Un mes de ensayos, dos más de rodaje y una serie de entrevistas de promoción. Así se puede resumir el 2019 laboral de Francella, que recién ahora, casi 40 años después de su primer trabajo en televisión, aprendió a amigarse con el tiempo libre. “En una época de mi vida, me costó mucho disfrutar del ocio. Siempre laburé, de muy pibe, y entonces la inactividad se me hace cuesta arriba. No conozco lo que es no trabajar. Pero hace años sí le encontré la vuelta: descanso, leo, veo muchas películas, hago deportes. Tengo momentos de ocio creativo, también. Aprendí con el tiempo: la madurez, el estar más grande, el tener menos ansiedad que cuando empezaba. No hace muchos años que empecé a disfrutarlo. Y tampoco me gustan los tiempos muy prolongados: me cago aburriendo. Disfruto de trabajar. Vivo de lo que amo, entonces me siento pleno cuando laburo de esto”, confiesa.
¿Qué hay en la actuación que te gusta tanto?
Desde muy jovencito encontré mi vocación. Después, es harina de otro costal si te va bien o mal. Pero hacer algo que te apasiona, que te seduce mucho, que te permite explorar cosas diferentes y encontrarte con gente diferente, donde te tocan en suerte roles diferentes y heterogéneos, te genera algo. Amo esta carrera desde muy jovencito. Entonces, transitarla, vivir de ella, es maravilloso. No es que voy al laburo diciendo “Uh, tengo que ir a trabajar”.
¿Te pasó alguna vez de estar en conflicto con la profesión?
Gracias a Dios, nunca.
¿Te sentís un comediante?
Sí, ser comediante es algo maravilloso. Soy un actor al que le gusta hacer comedia, que puede hacer comedia y que también puede cumplir roles como los que me ha tocado vivir. Personajes bien antagónicos entre sí, con directores muy antagónicos entre sí. Me sentí pleno, porque pude lograr esa cosa que yo siempre anhelé tener.
¿Cuánto te importa la mirada del público?
Mucho. Me gusta hacer personajes identificables. Que la gente pueda ver algo y que no sea para una minoría. Me gusta el cine popular, y esto no significa que esté reñido con la calidad. ¿Cómo no me va a importar la gente si es la que consume, la que ve, la que compra la entrada en teatro o en cine, o prende la televisión para ver un programa de televisión? Me encanta tener ese feedback con el público, sin duda.
¿Qué es para vos el prestigio? ¿Es pura mirada ajena o es algo que podés buscar y generar?
Creo que los trabajos de cada uno también elevan el nivel. Yo, gracias a Dios, viví los dos estados: ser un actor muy popular, raso desde el punto de vista de los contenidos que hacía; y hoy gozo de otra cosa muy diferente, que es la mirada externa, la crítica especializada, el respeto en mi país y en el exterior. Claro que es la mirada del otro, pero también tenés que ayudar vos con productos que de verdad hacen que tengas otra mirada como espectador. La comedia siempre está minimizada, como abajo de la cosa dramática. Pero cuando hay una comedia de otro nivel, con profundidad, te aseguro que es un género más que difícil. Yo lo respeto mucho. A veces, cuando me han visto en otros roles, dijeron “Ahora sí”. Como que le tienen un respeto mayor a El clan que a Casados con hijos. Y yo te aseguro que es muy difícil Casados con hijos, es muy difícil Poné a Francella. No son géneros fáciles de desarrollar.
¿Ver el disfrute tuyo ayudó a que tus hijos también eligieran este trabajo?
Crecieron en una casa donde su papá era un actor muy conocido. Visitaban los canales asiduamente, los camarines de los teatros, los sets de filmación. Comen con actores desde que son chiquitos, en casa y en restoranes. Mis chicos estaban en el moisés arriba de la mesa cuando cenábamos después de las funciones. Conocen este universo como nadie.
O sea que te la veías venir…
Con Johanna sí: desde muy chiquita, sin saber leer, quería estudiar los libretos. A ella siempre le sedujo esto. Se preparó, se formó mucho, estudió todo: canto, baile, actuación. Terminó su escuela secundaria y hablábamos de que lo que ella amaba era esto. Nicolás no, él iba por otro lado. Se puso a trabajar en producción, hizo conmigo algunas cosas, y algo le empezó a pasar con lo interpretativo. Y bueno, se dio el gusto de empezar a leer libretos, a estudiar teatro, a tener su oportunidad.
Los dos debutaron en cine haciendo de hijos tuyos.
Sí, y me llena de orgullo. En Corazón de León, Marcos Carnevale me sugirió que Nicolás fuera mi hijo. Su formación era incipiente, estaba empezando a estudiar, y yo tenía algunos reparos. Pensaba que no se encontraba preparado. Pero hizo una audición y es algo innato lo que salió. Johanna participó de programas de televisión, personajes pequeños y más grandes. Ella no tenía muchas ganas de trabajar con el padre, porque es una mochila que llevan, pero aceptó hacer una audición para esta película. Gustó al director, Ariel Winograd, y a la producción, y está fantástica en su rol.