Con una popularidad arrolladora consiguió instalarse en el Bailando y en los medios. Multifacética y carismática, brilla con luz propia.
«jamás pensé que iba a estar en los medios como ahora»
Bailando por sueños ajenos, Ailén Bechara motoriza los que en los últimos años fueron surgiendo en su vida. Su presente es una bola de nieve que sigue girando y creciendo, con una popularidad creciente gracias al show más visto de la televisión local y apuntalada por las redes sociales (sumando Instagram y Twitter, la siguen dos millones y medio de personas). Construye una carrera que no imaginó en su Darregueira natal: entre bailes y sonrisas, algunas devoluciones que le provocan llantos, catarsis en pantalla como anexos del diván, seguidores que se amontonan y una maternidad que no deja de presentar alegrías y desafíos.
A los diecisiete años, apenas terminó la secundaria, Ailén se mudó a Buenos Aires para estudiar Ciencias Políticas: “Me encantan la política y la historia. Es una carrera que te vuelve culto: estudiás un poco de todo, aprendés mucho. Hay que leer un montón de filosofía y otras cosas”, confiesa.
Durante todo el año previo ahorró y compró electrodomésticos y utensilios para su nuevo departamento, pero el día que llegó junto a su mamá, recibió un llamado: el camión de la mudanza había volcado en la ruta. A cambio de todas sus cosas, solo le dieron una compensación de cuatrocientos pesos. Lo primero que le presentó la gran ciudad fueron obstáculos, aunque luego le abriría puertas y posibilidades rápidamente.
Al principio me sentía re sola, estaba muy lejos de mi casa. La llamaba a mi mamá y le decía que me quería volver. Ella me calmaba y me decía que no bajara los brazos, me recordaba que yo siempre había querido venirme a vivir a Buenos Aires. Me costó, pero con los meses me hice amigos en la facultad, y el segundo año empecé a trabajar haciendo relaciones públicas en un boliche. Una vez que ya tenés tus vínculos y tus relaciones sociales en la ciudad, ya está. Te adaptás.
¿Por qué dejaste la carrera?
Me gustaba mucho todo lo que tenía que estudiar, pero me di cuenta de que estaba lejos de querer dedicarme a eso. Mientras tanto, trabajaba para mantenerme: hacía promociones, pruebas para publicidades… Abandoné la carrera para dedicarme más a todo eso. Después, estudié periodismo e hice un millón de cursos; siempre tuve más facilidad con los libros que para lo corporal.
Entre tantos castings, hizo uno en Endemol para un programa de tele que conduciría Guido Kaczka y que lo cambiaría todo: “Tenía que explicar unos juegos y de entrada sentí que lo había hecho muy bien. Estaba resuelta, era yo”, recuerda.
Fue seleccionada para ser una de las secretarias del conductor en A todo o nada y, desde ese rol aparentemente secundario, comenzó a ganar terreno. Algún chistecito interno al aire por aquí, un comentario oportuno por allá, revelaron que la chica nueva se desenvolvía bien y tenía un magnetismo especial. La gente comenzó a preguntar por ella, a seguirla, a pedirla. Y ella supo capitalizar cada momento: vio un hueco y, a través de una especie de casting televisado en el programa Este es el show se ganó un lugar en Bailando por un sueño.
“Fue una sorpresa total, y un desafío gala a gala. El mayor reto de mi carrera. De chica, miraba Chiquititas, ponía los CD y bailaba todas las coreos. También desfilaba en el pasillo de mi casa, decía que era una pasarela. Pero era todo un juego. Por ahí, hacían desfiles en Darregueira y también participaba, pero jamás pensé que iba a estar en los medios como ahora. Nunca lo imaginé, ni siquiera lo soñé”, dice.
Creciste muy rápido en el medio y, como contaste después de una discusión en el programa, tenés algunas inseguridades al respecto.
Muchas veces me cuestiono mi camino, si es lo que realmente quiero. No es fácil decidir qué querés hacer de tu vida, y creo que estoy en esa búsqueda. Empecé como modelo, actué en teatro, conduje e hice móviles, hice relaciones públicas. Hago un poco de todo. Me encantaría encontrar, y estoy averiguando para eso, una carrera en la que no tenga que depender de la tele. Me gustaría hacer algo que sea aparte de los medios.
¿Cómo te pegó la maternidad?
No me hallaba por ningún lado, tenía una angustia muy grande. Me costó encontrarme con mi pareja y conmigo misma. Fue duro. Sé que a muchas mujeres les pasa, y a otras no. Cada vez que menciono el tema hay un montón que me escriben por Instagram y me cuentan sobre ellas. A mí se me movió el eje, pero trabajando lo estoy volviendo a enderezar.
Es una etapa tan idealizada que a veces da culpa asumir lo que decís…
Sí, pero entendí que no tiene nada que ver la relación con mi hijo, que es lo más sagrado que tengo. Es lo que le pasa a una como mujer. Mi hijo es lo mejor que me pasó en la vida, pero la maternidad y lo que le pasa a una mujer en su cuerpo y en su interior es muy diferente a lo que te venden. Lo hablé mucho en terapia, es normal que ocurra eso con la llegada del primer hijo. Calculo que después, si tengo otro, será muy diferente.
¿La maternidad era algo con lo que soñabas?
Fue algo que se dio con mi pareja, yo nunca había pensado en tener hijos. Cuando lo conocí a Agustín, dije “Quiero ser mamá”. La llamita de la maternidad se me prendió con él. Y se fue dando todo.
En medio del tsunami emocional que llegó con el nacimiento de Francisco (que ahora tiene un año y medio), y después de un tiempo alejada de los medios, Ailén necesitaba reinsertarse y el Bailando salió al rescate: la convocatoria le levantó el ánimo, y las horas que pasa fuera de su casa ensayando, grabando y haciendo cosas relacionadas con su trabajo le dieron un aire que buscaba imperiosamente.
¿Sentiste presión al volver? ¿Hay mucha exigencia física para trabajar en el medio?
No, no es algo que me estrese. Cuando estuve embarazada me puse el objetivo de ponerme en forma y volver a lo que era antes, porque quería hacerlo. Pero creo que ese prejuicio de que si no sos un palito, no podés trabajar ya no está más. Hoy se acepta a la mujer tal cual es. De hecho, yo me muestro como soy, sin caretas, con mis imperfecciones. No edito las fotos que subo. Los cuerpos reales se aceptan, y está buenísimo que nos podamos mostrar como somos.