“Soy yo, ¿qué sé yo cómo soy? Hoy me gustan los caballos, pero por ahí mañana me dan miedo, por ejemplo”
Un espíritu que pendula entre la exploración de nuevos terrenos y la inevitabilidad de un oficio familiar que lo convoca.
Enero de 1989. En los kioscos de diarios, a un precio de 49 australes, la revista Gente muestra en tapa a Ricardo Darín y Florencia Bas. Ambos sonríen en la habitación 208 de la clínica de San Nicolás mientras ella sostiene a la noticia de la jornada: su primogénito. Ricardito Mario en breve habrá perdido su nombre, ya que nadie lo llama de otra forma que no sea “Chino”.
Recién nacido, su cara ya relucía en los medios más importantes del país. “No lo elegí, claramente. Ahí empezó todo”, dice, y se refiere tanto a la vida que comenzó, como al tironeo constante entre un destino que se presentaba claro y sus intenciones de elegir por fuera de él: sus abuelos, su padre y su tía se dedicaron a la actuación. Él, en el medio, oscilaba entre el magnetismo de un oficio que flotaba en el aire y el deseo de salirse del sendero. “Intenté evitar ser actor, pero no pude. No lo logré. De alguna forma, si bien yo no lo sentía, daba la sensación de que todo estaba dado para ir por ese camino. Eso ya me parecía excusa suficiente para mirar hacia otro lado”, confiesa.
Aunque no sabías qué había en ese otro lado…
Creía que había un momento para explorar otras cosas que no tuvieran nada que ver con lo familiar, era ese tiempo de juventud postsecundario. Ahora tengo 30 años y sigo sintiendo que existe el espacio de la experimentación.
¿Compartir profesión con tu padre te acercó de una forma diferente a él?
No sé. Creo que se introdujo un nuevo tema, que pasó a estar a la orden del día. Ya hablábamos de esto antes de que yo fuese actor. Mi viejo siempre conversó mucho con mi vieja de cosas de laburo, confía mucho en su opinión y en la de todos nosotros. Es probable que, desde que yo me dedico también a eso, nuestro tiempo privado en familia tiene más que ver con el laburo. Y con la producción se intensificó, porque no hay horarios ni nada, y mi vieja nos quiere matar. No creo que se haya modificado la relación, pero sí que está más presente el tema y hablamos desde dos lugares. Antes era una cosa que vivía él y de la que nos permitía participar a todos, y ahora yo vivo también eso y permito que los otros participen. La relación ha ido gestándose con estos cambios y estas cosas, no me podría imaginar cómo es la relación sin eso. Forma parte de nuestro día a día.
En otros proyectos, ¿sentís que te metés con la misma profundidad en el personaje?
Probablemente haya sido lo más profundo. Pero para mí el compromiso siempre es ciento por ciento. No ando diciendo “Este proyecto lo hago más o menos”. A mí no me sale, no me parece que sea la forma de hacer las cosas. Me implico con todo lo que tengo. Pasa que si tengo que actuar de un pibe de Buenos Aires en una comedia con amigos, que se parezca un poco a lo que es mi vida normal, por más que me implique al ciento por ciento, no tengo que hacer un viaje hacia un terreno pedregoso. En este caso, sí, era necesario y todos debimos hacerlo. Pero creo que siempre me implico al ciento por ciento. No me gustaría verme como guardándome algo, aunque a veces te quedás seco. En este caso, me pasó eso, no veía luz al final del túnel. Perdí un poco la esperanza en la profesión. Después la recuperé.
El productor
Junto a su papá y otros socios, fundó la productora Kenya Films. Por primera vez, tiene el doble rol de actor y productor en una película, La odisea de los giles, que se estrena el 15 de agosto. “Está copado, aunque es un rubro bastante neurótico, porque es realmente muy trepidante. La gente de producción está un poco quemada: todo el tiempo hay que tomar decisiones, desde las más ridículas hasta las más trascendentes en un proyecto. Todas pasan por el filtro de la producción. Es muy demandante energética e intelectualmente. Casi que no hay horarios, todo el tiempo te entran mails o mensajes, aunque sean las tres de la mañana. Me parece apasionante. Contar con nuestra propia casa productora hace que tengamos más penetración en algunas decisiones de proyectos, sobre todo en cuestiones artísticas, que es en definitiva lo que nos interesa a nosotros. Siento que me ayuda como actor, también. Cuantas más herramientas incorpore del funcionamiento en general, más me ayuda a sentirme cómodo, a entender, a funcionar”, explica.