Siempre sonriente, desde que llegó de Corrientes no paró de trabajar en la tele. A su ya habitual actividad en el Bailando, agregó shows infantiles y presencia en paneles de otros programas. Y se prepara para ir por más este año.
“Nunca fui a terapia, pero siento que bailar me ayuda a conectarme con lo bueno y con lo malo”
¿Qué es lo que más disfrutás de Showmatch?
El combo; es un todo. Ir al piso a ensayar, que te da una adrenalina especial; la gente con la que te rodeás, desde el maquillador o el peinador hasta el compañero de baile, que te hacen sentir muy bien, muy especial; y jugar diferentes personajes: un día hacés un adagio, más romántico; otro día un reggaeton, más perra. Eso es muy divertido. Lookearte y cambiar personajes es genial. Bailar en esa pista te da una adrenalina y un nerviosismo especial que no te lo da ningún escenario. Siempre que estoy atrás de la pantalla pienso “Estos nervios nunca los pasé”. Pero una vez que se enciende la música, no sé de dónde me sale la fuerza, y doy lo mejor, bailo como nunca.
Hoy estás acostumbrada, pero ¿te costó irte de Corrientes tu provincia natal y adaptarte a Buenos Aires y al ambiente de la tele?
Quizás al principio me chocaban algunos modos de algunas personas con las que me tocó trabajar. Yo era muy inocente y todo me afectaba. Pero hoy creo que eso me hizo fuerte. Cuando me vine, dejé a mi novio, con el que estuve tres años; dejé a mis perros, que eran todo; y a mi familia. Pero al principio estaba enloquecida con el mundo de acá: vivíamos todos los bailarines en un hotel y era como un viaje de egresados. La pasábamos genial. Encima, Jorge Ibáñez fue el mejor compañero que me pudo haber tocado. Todo eso hacía que no extrañara tanto, pero la verdad que incluso hoy me encantaría tener más cerca a mi familia y a mis amigas. Se extraña, pero también me siento bicho de esta ciudad. Me encanta Buenos Aires, siempre me gustó y me adapté enseguida.
En 2017, nació El universo de Lourdes, un proyecto nuevo y completamente diferente a lo que Lourdes había mostrado hasta el momento, dedicado al público infantil, con canciones y coreografías. ¿Cómo surgió la idea?
Comenzó como por obra de magia, no me lo esperaba. Tampoco lo busqué, simplemente se dio. Me encantó y estuvo buenísimo haber hecho un montón de teatros. Es algo maravilloso trabajar para chicos. Creo que son el público más lindo que una artista puede tener: son inocentes, no te mienten para nada y, si te eligen, es porque realmente sos especial para ellos.
¿Eso los hace un público más difícil?
Yo creo que sí, porque no cualquiera puede trabajar para chicos. Ellos te eligen o no te eligen. Si te eligen, sentite privilegiada y disfrutalo, porque las cosas que te dicen o cómo te miran es de forma pura e incondicional.
¿Vas a seguir explorando ese terreno?
Me encantaría dedicarme plenamente a eso, pero la realidad es que hoy en Argentina una no se puede dedicar a una sola cosa, porque es muy difícil. Ya en un buen momento era muy difícil hacer tele para chicos, porque nadie te ayuda, todos prefieren poner una lata, un dibujito animado o algo así. Y necesitás la difusión de la tele para que los chicos te conozcan. Pero vamos a seguir en el teatro y eso me tiene entusiasmada.
Actuaste en algunas obras, ¿tenés proyectos para volver a hacerlo?
Estoy estudiando canto, mucho, porque tengo ganas de audicionar para algún musical. Es algo pendiente que tengo en mi vida. Me gustaría mucho, me estoy preparando y todo este año me voy a dedicar a estudiar.
Valentín, tu hijo cumplió tres años. ¿Cómo fue su llegada para vos?
Fue lo más lindo que me pasó en la vida. Era algo que deseaba mucho. Valentín, además de ser un bombón, es muy especial. Su sonrisa te hace olvidar todo. Me dan ganas de decirle “Sonreíme más, porque me llenás de amor y de alegría”. Su llegada fue todo. Lo deseé mucho y vino a traer amor. Mucho amor.
¿Todo esto te pasó inmediatamente? ¿O cómo fue el puerperio?
No, en el puerperio me quería morir… La pasé mal, pero no era con él, sino más conmigo y con mi alrededor. Pobre el Chato, la sufrió. No era que me quería deshacer de él, como les pasa a muchas mamás, y es muy normal eso, aunque no se hable tanto. Yo no quería que se fuera el Chato, le lloraba: “No te vayas a trabajar, por favor, no me dejes sola”. Me tiraba al piso y le rogaba. Mi familia vino cuando nació Valentín, estuvo una semana, pero se fue y no sabía qué hacer. Era desesperante. Después es todo alegría, y por eso a mis amigas cuando tienen algún problema siempre les digo “Te juro que todo pasa, no te desesperes”.
Antes de quedar embarazada, ¿te daba miedo no poder retomar la carrera?
No sé si es porque lo deseaba tanto, pero no pensaba en qué iba a venir después. Yo quería ser mamá y vivía a full ese momento. Lo que me pasó es que, una vez que nació Valentín, yo quise empezar a trabajar enseguida como una loca y me jugó en contra haber bailado tanto mientras estaba embarazada, porque se me lastimó un disco en la columna. Me tuve que operar a los tres meses que nació Valentín y tuve que parar un tiempito.
¿Te asustaste?
Un montón. Estaba reasustada, porque Valentín tenía tres meses, tuve que cortarle la teta un tiempito, y una operación en la columna da miedo. Me dio miedo cómo iba a quedar, pensé en si iba a volver a bailar. Tenía miles de preguntas, pero lo que más me importaba era no sentir más ese dolor, que era insufrible.
¿Qué es bailar para vos? ¿Podrías estar sin hacerlo?
Bailar es alegría, amor. Es mi terapia. Nunca fui a terapia, pero siento que bailar me ayuda a conectarme con lo bueno y con lo malo. Me hace sentir viva, me da escalofríos, me hace ir más allá. Me hace volar. Es una sensación única, hermosa, mágica. Nunca me puse a pensar hasta cuándo voy a bailar, porque lo voy a hacer hasta que me dé el cuerpo. Siempre que alguien pasa por una situación mala en su vida, le digo “Empezá a bailar”. Ahí te descargás y conectás con cosas hermosas.