Nicolás Wertheimer es médico y uno de los fundadores de Agua Segura, una empresa B que busca llevar agua potable a las comunidades más postergadas.
«Viví de cerca el problema del agua y la higiene en los hospitales»
¿Cómo y cuándo comenzó el proyecto Agua Segura?
Todavía lo estoy descubriendo… Pero empezó supongo que desde que era chico. La carrera de Medicina me permitió canalizar muchas de esas fuerzas emprendedoras y las ganas de poder ayudar. También el hecho de conocer el cuerpo humano, que me parece que es nuestro hogar. Pero en la vorágine de estudiar medio que me olvidé del sueño de dar una mano. Cuando me recibo de médico, después de unas residencias fuertes y de estar sometido a mucho estrés, se me despertó la pregunta: “¿Y por qué estoy haciendo esto?”. Ese cuestionamiento lo usé para salir de ahí con el título de médico y empecé a investigar qué podía hacer.
¿Y qué pasó?
Ahí encontré la posibilidad de trabajar a partir de un producto, que había sido estudiado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que permitía el tratamiento de agua de manera inmediata en lugares alejados de las ciudades, que es donde el problema con el agua es más grave. Y lo que pasó es que lo vi con los ojos desde la salud, desde lo que yo vivía en el hospital: casos de desnutrición, baja talla, bajo peso en los chicos, segunda causa de muerte en menores de cinco años… Digamos, yo viví de cerca el problema del agua y la higiene en los hospitales. Entonces, a partir de este producto, que era el filtro de agua para comunidades rurales, me inspiré. Me puse en contacto, porque era un producto suizo que ya estaba siendo usado en África en campañas de prevención de enfermedades transmitidas por el agua, y lo traje a la Argentina.
¿Cómo se financió Agua Segura en el comienzo?
Es un caso de las tres F de financiación: family, friends and fools [familiares, amigos y personas cercanas]. Fue inversión cercana y después empezó a funcionar el proyecto con lo que nosotros podíamos ir cerrando con las diferentes organizaciones. Al principio eran, casi en su totalidad, proyectos con organizaciones sociales que encontraron una solución con nosotros. Cuando ese proyecto fue funcionando y ya tomaba cierta forma, las empresas empezaron a prestar atención y desde sus áreas de Responsabilidad Social empezaron a trabajar con nosotros. Ahora estamos tratando de ir para adelante con los organismos del Estado.
¿Cuál fue el siguiente paso para encaminar tu proyecto?
En 2015 me puse en contacto con ONG, empresas y organismos del Estado para ver cuáles eran los focos más urgentes de trabajo. Ahí me encontré con la primera experiencia, que fue un grupo de madrinas y padrinos que viajaban todos los años a ayudar a una escuela de Chaco. Y me dijeron que siempre volvían de esos viajes con dolor de panza. Era una escuela en el medio de la nada, donde el agua de las casitas ya se veía turbia. Bueno, entonces viajé con los padrinos y llevé el filtro y mis conocimientos médicos. Se hicieron actividades muy divertidas junto con los chicos para entender el problema del agua, las bacterias, que nos tenemos que lavar las manos porque eso previene el 50 por ciento de las enfermedades relacionadas a la panza.
¿Y cómo le dieron forma al proyecto?
Ahí armamos lo que se conoce como “empresa de triple impacto”, o sea, una empresa B certificada que trabaje en la Argentina para dar soluciones concretas relacionadas al agua. En el contexto de este trabajo nos dimos cuenta de que la tecnología no era lo que generaba el cambio en las comunidades. Sí era revolucionario ver el cambio de color turbio del agua al color transparente, y prevenir las diarreas. Pero para que las comunidades pudieran trabajar con nosotros, intercambiar ese conocimiento y adoptarlo, hacía falta un abordaje mucho más grande de conocer a las personas dentro de las comunidades, hacerlas participar y que ellas nos comentaran cuáles son los verdaderos problemas. Entender si es la calidad del agua, el acceso al agua, la distribución del agua o el acceso al agua para la producción, por ejemplo. Un montón de organizaciones sociales que están en territorio nos enseñaron a nosotros a armar de una manera más abarcativa los programas del proyecto Agua Segura, que hoy son programas para escuelas rurales o para familias. No es solamente llevar el filtro, que en su momento fue lo que nos hizo crecer muy rápido.