Carolina Papaleo: “La mayor rebeldía fue hacerme actriz”

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En una entrevista imperdible realizada por Editorial Acción con Carolina Papaleo, para Ahora Más, la actriz recorrió los temas más importantes.

Desde que nació, estuvo relacionada al mundo del espectáculo gracias a unos padres que ya habían hecho una extensa carrera en ese ámbito. Supo aprovechar esa ventaja, pero no llegó con las manos vacías a enfrentarse a una cámara o pisar un escenario. Estudió, se preparó y siguió formándose para solidificar un talento que rindió sus frutos. Y, finalmente, forjó su propio nombre. Tiene 30 años de carrera y una trayectoria que más de uno no va a lograr nunca. Carolina Papaleo, una mujer de temple de acero.

“No tenía ese delirio de querer ser famosa a toda costa”.

Si bien naciste rodeada por el mundo del espectáculo, ¿cuándo decidiste dedicarte realmente a esto? ¿Hubo un momento de rebeldía en que quisiste volcarte por otra cosa?

Creo que la mayor rebeldía fue hacerme actriz, porque ninguno de mis padres quería que siguiera actuación. Si les hubiera dicho que quería ser médica cirujana, se hubiesen alegrado. En realidad, lo que me pasó es que, desde chica, la profesión de mi vieja era la que me sacaba a mi mamá de mi lado. Para mí era mi mamá, no Irma Roy. Entonces, cuando me preguntaban qué quería ser cuando fuera grande, respondía: “Cualquier cosa, menos actriz”.

“Ninguno de mis padres quería que siguiera actuación”.

Comenzó a estudiar teatro en Escuela Integral de Formación Actoral, la escuela que fundó su mamá. Pero también hizo un curso de comedia musical, que abarcaba disciplinas como el canto, el zapateo americano y danza jazz. Raúl Serrano, Joan Morris y Agustín Alezzo terminaron de redondear su formación actoral.

¿Cuál fue tu primer trabajo?

Hice un laburo en Canal 13, pero nunca salió al aire. Después comienzo a buscar trabajo y me ve Sergio Renán en los pasillos del viejo Canal 7 y dice: “Esto es lo que necesito. Ojalá que hable”. Él se va hasta Canal 13, ve todo el material descompaginado que había de ese ciclo que nunca se emitió, y me llama para decirme que iba a ser la protagonista de uno de sus unitarios. Me dijo que Ana María Picchio, que había hecho ese mismo papel hacía 17 años, iba a hacer de mi mamá y Darío Grandinetti de mi pareja. No dormí la noche anterior y me agarré una descompostura.

Fuiste parte del boom que fue Canal 9 en la década del noventa.
De hecho, mi padrino es Alejandro Romay. Yo me llamo Alejandra de segundo nombre por él. En Una voz en el teléfono, estaban buscando una protagonista femenina extranjera, porque se usaba mucho. Y fue Alberto Migré, porque yo había hecho durante tres meses Ella contra mí, la remake de Rolando Rivas, taxista; quien se emperró en que fuera yo la protagonista de la novela.

¿Cómo viviste esa época?

La verdad es que trabajaba muchísimo. Para mí era mi laburo, y, con tantas horas de trabajo, vivía adentro del canal. No tenía, y tampoco ahora se tiene, conciencia de que estaba haciendo un éxito. Eso pasa después de que lo hiciste. Además, otra cosa que me pasó a mí, y tal vez al resto que pegaba un éxito no le pasaba, es que, si me paraba la gente, para mí era normal porque mi mamá había sido una estrella desde que yo nací. Era normal. Nunca me pegó eso de la fama. Para mí, trabajar era lo que me daba la posibilidad de poder comer. Tenía otro significado. No tenía ese delirio de querer ser famosa a toda costa.

Estudiaste coaching ontológico y ahora Ciencia Política.

También Artes Combinadas, cine y teatro en la Facultad de Filosofía y Letras (risas). Lo primero lo estudié de curiosa. Me sirvió mucho para la carrera y también me dedico a eso: capacito empresas, hago coaching uno a uno, entre otras cosas. Con Ciencia Política pasó así: el que estaba más dedicado a la política era mi viejo, más que mi mamá. Después se entrecruzan las carreras y mi viejo comienza a hacer producciones teatrales y mi vieja a ser diputada. Pero nunca me interesó la política. No quería opinar del tema y menos cuando mamá comenzó su carrera, para no meter la pata. Cualquier cosa que yo dijera iba a ser usado en su contra. La verdad es que no sabía, ni me interesaba, absolutamente nada hasta que, en 2015, decidí involucrarme. Ahí comencé a militar, a acompañar más a mi viejo, a buscar mi propio camino.